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LA EMOCIONALIDAD DEL ARTISTA

Hace unos días sentí la urgente necesidad de cuestionarme yo porqué escribo canciones, por que la verdad es un ejercicio que llevo haciendo hace tantos años, que en algún momento del camino se volvió algo tan normal que perdí la noción de porqué lo hago.

Fue un ejercicio muy interesante y enriquecedor.


Y llegué a la raíz de mi ser: yo me considero una persona incomprendida.


No puedo evitarlo, hace parte de mi forma de ver, de sentir y de interpretar el mundo. Desde muy joven siempre me he sentido así, no sé porqué. Involuntariamente siento que nadie es capaz de sentir las cosas de la misma manera como las siento yo, y pienso que mi forma de pensar probablemente nadie mas la debe tener. No a modo de orgullo, como si de algo exclusivo se tratara, si no más bien como algo desafortunado. Como si estuviera en un país extraño donde hablaran un idioma que no conozco y no fuera capaz de comunicarme con nadie. Así es como me siento.


Entonces, mientras hacía este ejercicio de introspección tratando de explorar en las profundidades de mi ser, buscando la razón por la que yo escribo canciones, de repente me golpeó. Fue como un chispazo divino. Me di cuenta que al escribir canciones me siento pleno, me siento comprendido. Fue un descubrimiento demasiado emocionante.


Las canciones son mi lenguaje, mi forma de expresión, mi principal herramienta para comunicar algo que considero importante. Cuando algo es verdaderamente valioso para mi y siento la urgente necesidad de exteriorizarlo, sólo por medio de una canción es que siento que le doy la importancia que merece a ese sentimiento o pensamiento.


Entonces escribo canciones para ser comprendido. Las canciones le dan sentido a mi vida, a mis emociones, a mis sentimientos. Tal vez por eso me pasa que cuando conozco a otro músico que también es compositor y escribe desde el corazón, siento una conexión increíble. Y tal vez por eso me cuesta mucho conectar con música que es hecha sin un propósito sensato, hecha sólo para buscar otras cosas mas banales como la fama o figurar.


En mi oficio como productor, los proyectos más emocionantes son esos en los que el artista sabe que cada canción que escribe es una parte de su propio ser, fragmentos de su alma que buscan desesperadamente la manera de hacerse realidad. Esos son los proyectos brutales. Los más exigentes porque implican una búsqueda casi espiritual que se debe traducir en el lenguaje de la música.


Creo que en general los artistas en cualquier forma de arte, música, dibujo, escritura, etc. somos personas que de alguna manera son sentimos así, incomprendidas. Somos personas que necesitamos explicarle al mundo cómo es que pensamos y sentimos, porque en nuestras mentes algunas cosas no encajan de manera normal. Nos urge la necesidad de asegurarnos que las demás personas sí nos entienden y por eso recurrimos a el arte como lenguaje y forma de expresión.


Tal vez esta particularidad nos vuelve emocionalmente vulnerables, porque estamos siempre en una búsqueda que la gran mayoría de personas no necesita tener. Somos generalmente más sensibles, y en mi caso personal, paso de estar tranquilo a feliz o aburrido en cuestión de un segundo sin razón aparente.

Para mí a veces es como tratar de entender cómo llegó el agua al vaso que está medio vació o medio lleno. No me funciona el simple consuelo de decidir si está medio lleno o está medio vacío, siempre hay algo más que me angustia. Y es justo ahí, en esa inconformidad, en esa ambigüedad, en esa incomprensión, donde nos aferramos a el arte como salva vidas.

Ser productor en este marco de referencia me ha facilitado la comunicación con los artistas, porque no se necesitan muchas palabras para saber que nos entendemos, que sé leer lo que quieren decir porque hablamos el mismo idioma. Vemos el mundo de la misma manera.

Casi toda mi vida yo he tendido a sufrir mucho por infinidad de motivos que la verdad no tienen mucho sentido (todavía me pasa, pero menos). Hace varios años comencé una búsqueda personal para tratar de entenderme mejor y darle una explicación a estos altibajos emocionales que me afectaban tanto, e incluso escribí una canción sobre esto que se llama “Corazón Bipolar” y que está en mi disco “ECOS”.



En esta búsqueda encontré el deporte como terapia, la meditación como medicina y la lectura como refugio. Me siento más estable y tranquilo y eso lo veo reflejado en todos los aspectos de mi vida. He aprendido a vivir con esta particular forma de ser y de ver el mundo, aprovechándolo al máximo para hacer música o transformarlo en algo valioso. Nunca dejaré de ser la persona que soy, y ese sentimiento de incomprensión siempre va a estar ahí, pero ya no peleo con él, ya sé que mi cura es escribir canciones o salir a montar en bicicleta.

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